CUANDO LOS INDIOS GANAN A LOS ROSTROS PÁLIDOS. La resistencia al colonialismo.
Al hablar de la Era del imperialismo, los temarios y libros de texto de 4 de la ESO no suelen dedicar ninguna o casi ninguna atención al punto de vista de los pueblos conquistados. La población de las antiguas colonias es, actualmente, mucho más numerosa que la de las antiguas metrópolis. Y en las ciudades europeas se mezclan las culturas de los pueblos conquistadores y conquistados. Igual viene bien recordar algunas cosas.
Los papalagi.
Para empezar, debemos aclarar que los pueblos nativos no tenían ningún deseo de ser conquistados. La colonización, con la implantación de un modo de producción captialista, desestructuró las sociedades nativas y les impuso una cultura extraña.
Tuiavii de Tiavea llamaba a los blancos "papalagi", y nos comenta la extrañeza que le producían a la gente de Polinesia:
Los Papalagi tienen una manera extrañamente confusa de pensar. Siempre se están devanando los sesos, para sacar mayores provechos y bienes de las cosas, y su consideración no es por humanidad, sino sólo por el interés de una simple persona, y esa persona son ellos mismos.
Cuando alguien dice: «Mi cabeza me pertenece a mí y a nadie más que a mí», tiene mucha razón y nadie puede decir nada en contra de esto. En este aspecto el Papalagi y yo compartimos puntos de vista. Pero cuando él continúa: «La palmera es mía», sólo porque ese árbol crece delante de su cabaña, entonces se comporta como si él mismo hiciera crecer la palmera. Pero esa palmera no pertenece a nadie. ¡A nadie! Es la mano de Dios la que nos la ha proporcionado del suelo. Dios tiene muchas manos. Cada árbol, cada hoja de hierba, el mar, el cielo y las nubes que flotan en él, todos son las manos de Dios. Podemos usarla para nuestro placer, pero nunca podemos decir: «La mano de Dios es mi mano». Sin embargo esto hacen los Papalagi. (...)
En nuestro idioma «lau» significa «mío», pero también significa «tuyo». Es casi la misma cosa. Pero en el idioma de los Papalagi es difícil encontrar dos palabras que difieran tanto en significado como «mío» y «tuyo». Mío, significa que algo me pertenece por entero a mí. Tuyo, significa que algo pertenece por entero a otro. Es la razón por la que el Papalagi llama a todo lo que está cerca de su casa «mío». Nadie tiene derecho a ello más que él. Cuando visitas a un Papalagi y ves algo allí, un árbol o una fruta, madera, agua o un montón de basura, siempre hay alguien alrededor para decir: «Es mío y que no te coja tomando algo de mi propiedad». Incluso si tocas algo empezará a berrear y te llamará ladrón. Ésta es la peor maldición que conoce. Y solamente porque te has atrevido a tocar el «suyo» de otro hombre. Su amigo y los criados del jefe vendrán corriendo, te pondrán cadenas, te echarán a la más sombría pfui-pfui y la gente te despreciará durante el resto de tu vida. (...)
Actualmente para impedir que la gente toque cosas que alguien ha declarado suyas, se ha presentado una ley que concrete qué es suyo y qué es mío. Y hay gente en Europa que gasta su vida entera prestando atención a que no se quiebre esa ley, que no se quite nada al Papalagi que ha declarado que aquello es suyo. De esa manera, los Papalagi quieren dar la impresión de que tienen derecho real sobre esas cosas, como si Dios hubiera regalado sus cosas para siempre. Como si las palmeras, las flores, los árboles, el mar, el aire y las nubes fueran realmente de su propiedad.
Una partida con las cartas marcadas.
Pero también debemos decir que muchos de los pueblos conquistados tenían el enemigo dentro. Las oligarquías locales fueron los mayores aliados de los conquistadores. A cambio de asegurar su posición dominante en la sociedad nativa, los sultanes, majarahas, mandarines y jefes de tribu varios se prestaron a colaborar con los colonizadores, proporcionando también una cierta legitimidad a la conquista.
En el terreno militar, no había color. Pueblos con tecnología de la Edad Media o, mucho más a menudo, de la Edad del Hierro, no podían medirse contra el armamento europeo aunque pudieran gozar de una clara ventaja numérica. Además, el dominio de las rutas navales siempre daba la posibilidad de que los blancos recibieran refuerzos cuando la situación parecía más desesperada.
Levantamiento en Sudán
A finales del XIX, un santón, El Mahdi, se presentó ante los musulmanes como un enviado de Dios, sublevó Sudán y logró aniquilar a la pequeña guarnición británica de Khartum.
La Revuelta de los cipayos
Si que hubo una revuelta que puso contra las cuerdas a los europeos. En 1857, las tropas indias al servicio de Inglaterra, llamados Cipayos, se sublevaron contra sus amos No sólo por la opresión que ejercía la Compañía de las Indias Orientales, que trataba a la India como una propiedad de la empresa, sino por el malestar entre los soldados musulmanes por el hecho de que les obligasen a engrasar sus fusiles con sebo de cerdo. Esto era otro cantar, porque los cipayos estaban entrenados y armados por los británicos. La guarnición de Delhi resistió in extremis hasta que pudo ser liberada. Sofocada la revuelta, la venganza de los europeos fue particularmente bárbara. En la foto se ve cómo ejecutan prisioneros atándoles a la boca de un cañón y disparando.
Amanecer Zulú
¿Dónde sufrieron descalabros los blancos? Exclusivamente allí donde destacamentos militares que iban de sobrados se adentraron en territorio hostil sin practicar un reconocimiento, infravalorando el número de sus posibles enemigos y sin asegurar una buena posición defensiva.
En Sudáfrica, a finales del XIX, los contingentes británicos sufrieron serios reveses ante los guerreros zulúes. De hecho, en la llamada Batalla de Isandlwana, una fuerza de 20.000 africanos aniquiló una columna de unos 1800 ingleses.
La primera Guerra de Etiopía.
En 1896, una fuerza de 17.000 italianos se vio cercada por cerca de 150.000 etiopes. Tras la Batalla de Adua.Italia tuvo que reconocer la independencia de Etiopía, aunque en 1935, el régimen fascista cobró venganza y sometió el país con ayuda de armas químicas y bombardeos sobre la población. La Batalla de Adua la vemos representada aquí en una pintura etíope.
El Barranco del Lobo y el desastre de Annual.
Algunos de estos desastres involucraron al Ejército Español. En 1909, los rifeños estaban hostigando las instalaciones de la Compañía Española de Minas del Rif en las cercanías de Melilla. El general Marina no tuvo mejor idea, para prevenir un ataque, que ordenar a una columna una salida nocturna. En el Barranco del Lobo se encontraron con una emboscada que costó la vida a más de 150 soldados. La indignación contra la negligencia del mando, contra los intereses materiales de la clase política en esta guerra y contra el hecho de que en África sólo morían los pobres (porque se podía evadir el servicio militar pagando dinero), estaban agitando la revolución. En las semanas siguientes, cuando las autoridades intentaban embarcar nuevos reclutas con destino a África, se produjo una sublevación en Barcelona, que pasó a la historia con el nombre de la Semana Trágica.
Durante muchos años, las canciones populares seguían recordando la masacre
El Ejército de África volvió a tropezar en la misma piedra una década después. En su trabajo sobre el Desastre de Annual (1921), Alfredo Bueso nos relata los acontecimientos:
Abd el-Krim sabía bien qué ocurría en tales posiciones. La mayoría de la oficialidad solía estar en Melilla y los que quedaban se pasaban la noche bebiendo y jugando. Como es natural, el ejemplo era seguido por sargentos, cabos y soldados.
Con estos conocimientos preparó una sublevación. No como las habidas en 1909 o 1911, es decir, "para hacer un poquito de guerra", como decían los rifeños, sino dispuesto a dar un serio disgusto a los generales. Él y sus emisarios prepararon las cosas a lo largo del límite de la ocupación en aquella zona, es decir, bordeando el rio Ker, desde Alhucemas hasta el curso del río Mulaya, fronterizo con Argelia. Esta táctica tenía por objeto alejar el grueso de las tropas españolas lo más posible de la costa y de los centros de avituallamiento. (...)
El general contestó que no era cosa de importancia, y que si los ataques seguían efectuaría una expedición punitiva que acabaría con los díscolos en pocos días. El alto comisario le aconsejó mucha prudencia, pues el ambiente político era malo en España y una campaña militar sería mal vista, Silvestre no contestó al alto comisario y se puso en relación directa con el rey. El soberano, por su parte, nada indicó a sus ministros.
Como las agresiones seguían, y cada vez, más frecuencia, Silvestre remitió un telegrama cifrado al rey, pidiendo permiso para atacar a los rifeños. El rey contestó: "De frente, marchen los valientes. ¡Viva España! (...)
La columna se puso en marcha de madrugada con el buen mejor humor. El general iba a la cabeza, montando un caballo blanco. Los soldados no sabían, naturalmente, adónde iban ni a qué. Avanzaron todo el día sin encontrar resistencia. (...) Pero a la una de la noche, como un alud, se precipitaron sobre la columna centenares de moros armados de fusiles o gumías en mano. Lo hicieron según su costumbre favorita: dando grandes gritos guturales, que impresionaban enormemente a los pobres soldados, despertados tan bruscamente.
El desconcierto fue general. Nadie sabía qué hacer. Los moros estaban por todas partes, disparando a quemarropa o hundiendo sus gumías en las gargantas que encontraban a su paso. Nunca se ha publicado el número de bajas de aquella noche horrible. Debieron ser millares. Los que pudieron escapar a la masacre no pararon hasta Melilla, donde dieron la alarma. El general Silvestre desapareció y nunca más se supo cuál fue su suerte.
Grandes hogueras aparecieron en los picos de las montañas. Era la señal convenida. Las posiciones de avanzada fueron atacadas y tomadas una tras otra. (...).
El derrumbamiento de la Comandancia de Melilla fue completo. En pocos días los moros ocuparon toda la zona, llegando hasta muy cerca de Melilla. Si no entraron en la plaza fue, sin duda, porque Abd el-Krim tuvo miedo de la conducta de los moros respecto a la población civil. El éxito de la campaña le había endiosado y ya publicaba partes de guerra encabezados así:" Cuartel General de la República del Rif".(...)
Mientras los sitiados (...) se preparaban a rendirse, porque no les llegaban alimentos y refuerzos. Los moros llegaron a cortarles el agua. Fue el fin. Se pactó la rendición. Tampoco nunca se ha sabido en qué condiciones. Los jefes y oficiales, con el general Navarro a la cabeza, fueron hechos prisioneros, pero la mayoría de los soldados fueron asesinados y sus cadáveres quedaron pudriéndose al sol durante muchas semanas.
Para salvar las vidas, ya que no el honor, de los generales y oficiales, se entablaron negociaciones por intermedio de Francia a fin de rescatar los prisioneros, efectuando un intercambio. Pero Abd el-Krim exigió además ocho millones de pesetas, que le fueron entregadas. Por entonces se aseguró que Alfonso XIII, al enterarse del precio del rescate, comentó:" Qué cara cuesta la carne de gallina". También se dijo que todos los prisioneros habían sido violados por los moros.
Con todo el material de guerra tomado a las tropas españolas y los ocho millones del rescate, Abd el-Krim organizó un verdadero ejército que tuvo en jaque a España durante años. No se le pudo vencer más que con la ayuda de Francia, la cual intervino para que la rebelión no tomase cuerpo en Argelia y en el resto de Marruecos. El balance oficial del desastre de la Comandancia de Melilla (llamado popularmente Desastre de Annual) fue de 22.000 muertos, pero todo el mundo estaba plenamente convencido de que eran el doble.
El peculiar estratega Alfonso XIII de Borbón, del que las malas lenguas dicen que el mensaje que envió la noche anterior al general -tras unos cuantos lingotazos de brandy- fue "Cojones, Silvestre: cojones", siguió ocupando la jefatura del Estado hasta el 14 de abril de 1931. Los militares, que ya habían sido derrotados en la Guerra Hispanonorteamericana en 1898, cerraron filas en torno al viejo argumento de que los responsables de sus fracasos eran los civiles, que el problema era la retaguardia y, ya que no ganaban al enimigo exterior, iban a ganar a su propio pueblo. Al cabo de algunos meses, un movimiento encabezado por Miguel Primo de Rivera impuso la dictadura en España.
Los rebeldes del Rif sólo pudieron ser vencidos mediante la colaboración de los ejércitos español y francés. Se empleó armamento químico y bombardeos contra la población civil. Los civilizadores demostraron también su barbarie. En la foto, podemos ver a integrantes de la Legión española mostrando cabezas cortadas de rifeños (más información).
Murieron con las botas puestas.
El género Western ha popularizado algunos de los episodios más famosos de la resistencia de los indígenas de las praderas americanas. En 1876, una coalición de pueblos indios (cheyennes, arapahoes, lakota), que se resistían a ser recluidos en reservas, cercaron y exterminaron a la columna del General Custer en la batalla de Little Big Horn.
Una década más tarde, el apache Gerónimo, al que las tropas federales habían asesinado a su familia, mantuvo una guerra de guerrillas contra las fuerzas estadounidenses y mexicanas. Mas información
La Rebelión de los Boxers.
Un episodio importante de esta resistencia nativa al colonialismo tuvo lugar en China en 1900. Las potencias coloniales se estaban repartiendo áreas de influencia en el antiguo imperio, en medio de la inoperancia de la monarquía manchú. Florecían sociedades secretas de carácter xenófobo y anti-colonialista. Una de ellas era denominada, por los europeos, con el nombre de Boxers, debido a que sus integrantes dominaban las artes marciales.
Esta sociedad realizaba ataques contra misioneros y comerciantes europeos. En 1900, la tensión desembocó en una rebelión, que terminó por contar con el apoyo del ejército imperial. El barrio europeo de negocios en Beijing fue asediado y sólo la llegada de una fuerza internacional les salvó de la destrucción. China pasó a ser, de hecho, un protectorado de las potencias. Le costaría medio siglo de revoluciones escapar de esa dominación.
Hay una película que recuerda ese suceso. Se llama Cincuenta y cinco días en Pekín. Es un abierto alegato a favor del colonialismo y, entre líneas, se filtra la idea típica de la Guerra Fría de que si los estados occidentales se unen, pueden combatir con éxito la Amenaza Amarilla, que es como se referían a la China Roja.
Una curiosidad es que fue rodada en Las Rozas. Las montañas que se ven al fondo son la Sierra de Guadarrama. En la década de 1950, hubo productores que soñaron con hacer de Las Rozas un segundo Hollywood. Movilizaron una enorme cantidad de recursos para el rodaje: el río que aparece en las escenas lo crearon con camiones cisterna; contrataron prácticamente a todo el personal de los restaurantes chinos de Europa. Se encontraron también con infinidad de problemas. La protagonista estelar era Ava Gardner -considerada por entonces la mujer más bella del mundo-. Pero la Gardner se escapaba frecuentemente a la Gran Vía a ponerse de copas y, a la mañana siguiente, la resaca no le dejaba rodar. Al final, el director, Nicholas Ray, cambió el guión e introdujo la muerte de la condesa por bala perdida... Una pena.
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